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La madera se considera energía solar almacenada y se compone de: agua, luz solar y dióxido de carbono. La madera libera por sí sola (cuando arde) la cantidad de dióxido de carbono que obtuvo del aire, como ser vivo que es, y lo recupera químicamente, como árbol que es. No obstante, no hay diferencia en que la madera se pudra en el bosque o arda. La liberación de dióxido de carbono siempre es la misma. Durante su período de vida o durante el proceso de quema para calefacción.
El dióxido de carbono liberado durante la combustión lo absorben posteriormente los demás árboles, creando así un ciclo natural de absorción de dióxido de carbono, es decir, carbono neutro.
La quema de madera para sistemas de calefacción es un procedimiento responsable con el medio ambiente, habida cuenta que en la mayoría de los países europeos se ha comprobado un aumento considerable de material de leña procedente de la producción forestal, que se calcula que es de media un 40% superior al consumo de leña.
Actualmente, la leña y los pellets son la fuente de combustible más económica para la calefacción de una vivienda y permiten amortizar la inversión realizada en el equipo de calefacción de biomasa en muy poco tiempo.
El siguiente cuadro muestra las diferencias de coste por kW entre los diversos combustibles para calefacción, teniendo como referencia el coste por kW de la leña. De esta forma, podemos comprobar fácilmente el ahorro que se obtiene al utilizar biomasa (leña o pellet) frente a las demás formas de combustible para calefacción.
Los bosques son uno de nuestros principales recursos y se presentan como uno de los componentes más importantes de la naturaleza debido a la función vital que desempeñan en el planeta. Son fundamentales para la promoción de la biodiversidad, para la lucha contra la erosión de los suelos, para la corrección de los flujos hídricos y para la calidad del aire y del agua.
Los bosques ocupan aproximadamente cerca del 30% del territorio europeo, por lo que resulta vital fomentar una gestión forestal eficaz como modo de conservar y dar dinamismo a un recurso comunitario importante y, al mismo tiempo, contribuir en el cumplimiento de los límites de emisiones establecidos en el marco del Protocolo de Kioto.
Una gestión forestal saludable implica la tala de árboles seleccionados y la plantación de árboles nuevos siempre que sea necesario.
A la hora de seleccionar leña para el recuperador, es importante fijarse en determinados detalles como son, principalmente, la densidad y la humedad.
Conviene resaltar que la humedad reduce drásticamente el poder calorífico de cualquier madera. Una madera con un 50% de humedad ve reducido en 2 veces su poder calorífico. Se recomienda que las maderas destinadas para arder no tengan una humedad superior al 18%.
Las especies resinosas (por ejemplo, el pino) suelen arder bastante rápido debido a los compuestos combustibles de su resina y presentan una densidad menor que las especie frondosas. Se consideran muy eficaces en el proceso de encendido del equipo.
Las especies frondosas (los demás árboles de la tabla, excepto roble y olivo) producen leña de mayor durabilidad durante la combustión, debido a su densidad.
Algunas especies, como el eucalipto, producen leña con un buen poder calorífico y una buena densidad, pero resulta bastante corrosiva a altas temperaturas para los equipamientos debido a su composición química.
A la hora de escoger su leña, preste especial atención a las especies de árboles que existen con mayor abundancia en su región. De esta forma, estará contribuyendo a una mejor gestión forestal de su zona y a evitar el traslado de leña de una región a otra.